Miguel Correa Mujica
La poesÃa latinoamericana experimentó una profunda transformación a partir de la segunda mitad del siglo XX. Tan radicales fueron esos cambios que podemos hablar de una renovación no sólo del concepto de poesÃa sino hasta de su propósito y sus formas. Juan Gelman es uno de los exponentes más tempranos de esa poesÃa renovada, o como la crÃtica ha convenido en llamarla, nueva poesÃa. También intentaremos explicar la evolución del modelo nerudiano de poesÃa hacia el de la nueva poesÃa, con caracterÃsticas y valores propios.
El universo poético de Pablo Neruda
Hemos considerado importante comenzar por tratar de definir los conceptos que de poesÃa y de poeta sustentaba Pablo Neruda. Estos ayudan a explicar, en gran medida, la esencia de toda su obra poética en tanto producción canónica, pero además arroja luz sobre lo que toda una época entendÃa por tales conceptos.
En su libro Fundadores de la nueva poesÃa latinoamericana, Saúl Yurkievich emite una definición de Pablo Neruda que, a pesar de su tono un tanto metafórico, nos ha parecido útil para intentar abordar y esclarecer el mundo poético del escritor chileno. Nos dice Yurkievich:
La confusa absorción del cosmos, ese dinamismo arremolinado, ese torbellino de fuerzas en continua mutación constituyen la intuición fundamental de Neruda, una intuición oscura que nos retrotrae a una modalidad preformal de la materia, a lo larval, a lo germinal, a la polución de vida primigenia, a la nebulosa originaria.(…) Para Neruda la poesÃa es una misteriosa transferencia natural, un efluvio proveniente de abajo, de un núcleo de energÃa radiante del cual el poeta actúa como intermediario (…) (bastardillas nuestras) (166)
Guillermo Sucre también intenta definir a Pablo Neruda en su libro La máscara, la transparencia, pero a partir de los textos poéticos nerudianos. Nos dice Sucre al respecto: «(Neruda) es un poeta densamente terrestre, cuya visión parece surgir de una oscuridad primordial» (338). Esa oscuridad primordial de Guillermo Sucre se asemeja mucho a la nebulosa originaria de Yurkievich. Ambos crÃticos coinciden en que Neruda concebÃa los orÃgenes de la poesÃa (y los del poeta) casi como una condición metafÃsica, llegada desde otra dimensión, engendrada en un plano sobrehumano, en un Más Allá mÃstico, muy cercano a lo divino, a lo inalcanzable. Podemos decir que en esta medida compartÃa con Vicente Huidobro ese concepto misterioso y secreto que debÃa sustentar la poesÃa. Huidobro se consideraba, en tanto poeta, como una especie «de pequeño dios». Su Altazor es una muestra inequÃvoca de los orÃgenes esotéricos que el poeta sospechaba tener.
Estamos de acuerdo tanto con la definición de Saúl Yurkievich como con la de Guillermo Sucre en lo esencial: Neruda consideraba que el poeta era una especie de médium con la capacidad de recoger ciertos mensajes o códigos que de la naturaleza —o del universo— emanaban. El poeta, no cualquier ser humano, era el ente seleccionado para descodificar esos mensajes. De ese modo de concebir el fenómeno poético se desprende que para Neruda ser poeta no es simplemente una vocación, ni siquiera un talento, sino más bien una suerte de predestinación inapelable y grandiosa: el poeta era escogido por la providencia, por los dioses o la divinidad para recibir, en calidad de antena o receptáculo, los mensajes trascendentales del universo. De ahà la fuerza, el empuje, la redoblada fe de y en su poesÃa. Sospechamos que de esta forma de entender lo poético deviene, en gran medida, la creencia de Neruda en la poesÃa como entidad capaz de transformar la sociedad y por consiguiente, el mundo.
Si la poesÃa tiene orÃgenes divinos, esotéricos y poderosos, entonces ella ha de poder cambiar la sociedad organizada en el mundo fÃsico, lugar tan lleno de desigualdades, injusticias y dolor. Es comprensible entonces que la poesÃa de Neruda haya agregado el capÃtulo socio-polÃtico a su agenda. Esta adición se avino perfectamente con el momento histórico por el que atravesaba el mundo de la época: hacia finales de la década de los 50 triunfa una revolución de porte socialista en Cuba; en los 60, los norteamericanos invaden nuevamente la República Dominicana; estalla el movimiento hippie en las democracias occidentales y los poetas beatnik en los Estados Unidos (Allen Ginsberg y Gregory Corso, entre otros) ensayan nuevas y revolucionarias formas en la poesÃa norteamericana. La poesÃa de Neruda se movÃa a sus anchas en la convulsión de los tiempos.
Un canto generalmente canónico
Nos dice Olivio Jiménez en la AntologÃa de la poesÃa hispanoamericana contemporánea que el estallido y desarrollo de la guerra civil española, de la que Neruda fue un testigo presencial, marcó el inicio de otra de las etapas nerudianas: de esta experiencia resultará una poesÃa que hará una especie de praxis entre la poesÃa tradicional y la militante. Nos dice textualmente Olivio Jiménez:
De esta conversión, poética y polÃtica, (se adherirá después al partido comunista), surge una poesÃa de aliento épico, ideológicamente comprometida, teñida de consignas, aunque dignificada por su gran amor a España, a América, al hombre universal. Canto General es el libro más importante de esta zona (bastardillas nuestras) (298-99).
La poesÃa que recibió el mundo en Canto general era una poesÃa comprometida con las causas del socialismo. Pero circunscribir a Neruda dentro de parámetros tan fijos e inapelables como los socialistas serÃa limitarlo enormemente. Porque ese compromiso no lo puso en función única y exclusivamente de la defensa partidista de los enunciados básicos del socialismo sino también a favor de toda una filosofÃa ontológica que resaltaba la importancia del hombre. Observemos el tono de ese poemario clave, Canto general, del cual hemos escogido un fragmento perteneciente al poema «Alturas de Machu Picchu», poema que por sà sólo ha hecho una verdadera carrera triunfal y que aparece incluido en la AntologÃa de la poesÃa hispanoamericana contemporánea de Olivio Jiménez:
XII
Sube a nacer conmigo, hermano.
Dame la mano desde la profunda
zona de tu lugar diseminado.
No volverás al fondo de las rocas.
No volverás del tiempo subterráneo.
No volverá tu voz endurecida.
No volverán tus ojos taladrados. (…) (313)
Ese fragmento es suficiente para darnos cuenta de la alianza de clases que le tiende el poeta a los desposeÃdos. Indiscutiblemente, la voz lÃrica de este poema es la del poeta hablando a las multitudes, a las clases sociales más empobrecidas. Nótese también cómo el poeta se ve a sà mismo en un plano elevado, superior, desde donde intentará rescatar a los de abajo, a los que están en la profunda zona, en el subsuelo, sin acceso a otras latitudes más equilibradas ni al elevado pedestal del poeta.
Devenir de Juan Gelman, el hombre
Es casi imposible hablar de la poesÃa de Juan Gelman sin referirse de alguna forma a su vida. Este es uno de esos hombres en que vida y actividad creadora van unidas, ambas forman una especie de alianza inseparable. También podrÃa hablarse de una vida complementada por la literatura, y aún más, por la poesÃa: es en la página en blanco, en el poema, donde parece verdaderamente residir la actividad polÃtica, social e intelectual del poeta argentino. El ingreso de Gelman en la literatura se puede fijar con alguna exactitud: la década de los 50, cuando el joven poeta se asoció con otros jóvenes alrededor de la revista «Muchachos». A mitad de la década funda, con David Alvares Morgade, el grupo literario El Pan Duro, cuyos miembros abogaban por una poesÃa ligada al accionar polÃtico. Gelman empieza a publicar en 1956. Su primer libro de poemas se tituló ViolÃn y otras cuestiones.
El Pan Duro tiene su apogeo en una época polÃticamente convulsa: son los años del Mayo Francés, Tlatelolco, Viet Nam, Argelia, la Revolución cubana y la intervención norteamericana en Santo Domingo. Aunque la preocupación polÃtica de los miembros de El Pan Duro fue bastante heterogénea, es evidente que tuvieron entre sà muchos rasgos comunes: el rescate de los temas citadinos, el ritmo o cadencia tanguera, el uso prioritario de un lenguaje coloquial en poesÃa, el entronque de lo estético con lo polÃtico. En general podemos decir que la juventud de los años 60 se propuso conquistar un humanismo sin ataduras, sin prejuicios viciados, y en el intento dejaron una visible huella en la historia de Occidente. Juan Gelman formó parte de esa juventud inconforme y soñadora. Fue sin duda un joven de su tiempo, vibrando al centro de sus circunstancias, como hubiera dicho José Ortega y Gasset.
El discurso poético de Juan Gelman se distinguió desde el comienzo por un radicalismo avasallador. Era la suya una poesÃa peligrosamente atrevida en sus planteamientos más esenciales, una sentida inconformidad, una suerte de grito a todo pulmón, a pesar de las consecuencias que el gritar de ese modo podÃa acarrearle al autor. No es de extrañar que Gelman fuera a la cárcel por lo menos en dos ocasiones. También conocerÃa, años más tarde, el exilio.
Ya en esa época —años 60— Gelman contaba con una voz y una estatura poética definida. Veamos lo que nos dice Jorge Boccanera al respecto en su libro Confiar en el misterio:
Si para algunos crÃticos la poesÃa de Gelman de ese tiempo no pasaba de cierto rescate de elementos populares y la revitalización de un argot ciudadano, hubo quienes arriesgaron un poco más al ubicarlo como uno de los representantes más destacados de las últimas promociones (33).
No cabe duda que ya desde ViolÃn y otras cuestiones venÃa inoculado el germen de la ruptura con la poesÃa precedente, de porte nerudiano y tendencia whitmaniana. La poesÃa de Gelman —y por extensión la del grupo El Pan Duro— subscribió temas que caÃan dentro de lo cotidiano, «con un lenguaje más cerca del habla que de la lengua, prosaÃsmo intencionado, simulación y parodia, elemento lÃrico con carga anecdótica, jadeo interrumpido por el relampagueo de las imágenes, metáforas trenzadas dentro de los lÃmites de la paradoja» (Boccanera 35). Esta afirmación de Boccanera nos asiste en el intento por probar que el discurso gelmaniano se apartó desde sus comienzos del tradicional discurso nerudiano. La aparición de Gotán en 1963 es la confirmación de esa ruptura.
Gotán sale a la luz en un perÃodo histórico que frecuentemente se ha llamado neo-humanismo en literatura. En su ensayo «La poesÃa de Juan Gelman o la ternura desatada», Hugo Achugar interpreta el neo-humanismo de los años en que aparece Gotán de este modo:
Se venÃa a proponer un modo de ser, asà en la poesÃa como en la vida social. Se trataba de transformar el mundo y no de transformar el mundo con la palabra. No alcanzaba con interpretar o expresar el mundo y la palabra, precisamente, era necesario transformar mundo y palabra (bastardillas nuestras) (25).
No perdamos de vista el año en que apareció la edición prÃncipe de Gotán: 1963. No se habÃan disipado todavÃa las imágenes ardientes de las explosiones atómicas sobre el Japón, ni las de la guerra en Corea y Argelia; aún latÃa en el aire la proclamación del carácter socialista de la Revolución cubana. En literatura, seguÃa disuelto en el subconsciente colectivo el principio nerudiano de que la poesÃa podÃa cambiar el mundo.
Los poetas hispanoamericanos, conscientes de ello, también pretendÃan cambiar el mundo desde la poesÃa para lo que asumieron el principio nerudiano al que nos referimos, pero le agregaron otro ingrediente que también debÃa cambiar: la palabra. En su trabajo «La poesÃa de Juan Gelman o la ternura desatada», Hugo Achugar expone brillantemente en qué se diferencia esencialmente la poesÃa anterior de la nueva poesÃa hispanoamericana. Dada su importancia, citaremos al crÃtico en toda su extensión:
(…) la nueva poesÃa reclamaba un presente inédito. Gelman, pero también Nicanor Parra, Ernesto Cardenal, Roque Dalton, Antonio Cisneros, Benedetti, Fernández Retamar y otros muchos, comenzaban a apostar a una lÃrica de lo cotidiano, de lo histórico, y sobre todo, de lo social. (…) Apuesta que disputaba la hegemonÃa nerudiana de una lÃrica exuberante y rechazaba en Canto general y en Odas elementales lo que la retórica debÃa a su dicción anterior. Apuesta que rechazaba la poesÃa social de los treinta y de los cuarenta en lo que de explÃcito o de cartilla tenÃan; apuesta que encumbraba tanto al Vallejo de Poemas humanos y España, aparta de mà este cáliz como al de Trilce. Apuesta que se regodeaba con el Altazor de Huidobro pero buscaba atmósferas y espacios poéticos que hicieran bien común los nuevos territorios que la vanguardia habÃa ganado con excelencia mediante la dificultad. (bastardillas nuestras) (27)
Queda claramente expuesto en lo arriba citado que la nueva poesÃa debÃa negar la poesÃa establecida para poder existir como tal, independiente, auténtica, precisamente para no convertirse en vieja poesÃa.
El proyecto polÃtico de Gelman, esto es la posibilidad de cambiar el mundo desde la literatura, (y en particular, desde la poesÃa) es muy similar al de Neruda: la gran diferencia radica en los modos con los que ese proyecto se tendrÃa que ejecutar y a riesgo de qué. A diferencia de Neruda y Guillén, voceros empoltronados (dada la condición oficialista de ambos) y por lo mismo, fuera de todo peligro epocal, Gelman participa con vida y obra en el proyecto mismo. Gelman parece decirnos en Gotán que no sólo debe cambiar la sociedad, el mundo y hasta la poesÃa, sino que él, poeta y ser humano, se ha propuesto ese cambio desde su atalaya personal. Y en esto radica, a nuestro juicio, la gran diferencia entre la nueva y la vieja poesÃa: el poeta no cantará ya desde una confortable oficina acondicionada, ni desde la oficialidad, ni desde la condición de vaca sagrada (a propósito de esta última frase, con ella se conocerÃan más tarde esos intelectuales incólumes) sino desde la trinchera, desde la afrenta y el peligro. El nuevo poeta comparte las vicisitudes y tragedias de millones de almas, entre las cuales la suya figura como una más. El concepto del origen celestial (nerudiano) de poeta escogido por la divinidad se ha derrumbado estrepitosamente. El poeta es un individuo que padece, ama y muere frente al transcurrir de la Historia, obsesión ésta puesta al desnudo por otro de los poetas que integran la nueva poesÃa, el cubano Heberto Padilla.
Gotán: sobre el texto
Una lectura preliminar de este libro muestra enseguida que una voz diferente se viene apoderando del discurso poético. No son las metáforas perfectas de Canto general, ni siquiera el ritmo contaminante del Son, sino una especie de discurso cotidiano, enfurecido a ratos, tierno después, sarcástico y esperanzador a veces, con un toque de humor en alguna ocasión. Acerquémonos a uno de esos poemas que hemos seleccionado, al azar, de la sección «Final» de Gotán, al que Gelman no le da tÃtulo aunque el Ãndice lo recoge con el nombre de la sección, «Final» (43)
Ha muerto un hombre y están juntando su sangre en cucharitas,
querido juan, has muerto finalmente.
De nada te valieron tus pedazos
mojados en ternura.
Cómo ha sido posible
que te fueras por un agujerito
y nadie haya ponido el dedo
para que te quedaras.
Se habrá comido toda la rabia del mundo
por antes de morir
y después se quedaba triste triste
apoyado en sus huesos.
Ya te abajaron, hermanito,
la tierra está temblando de ti.
Vigilemos a ver dónde brotan sus manos
empujadas por su rabia inmortal.
Análisis
El poema ilustra todo lo arriba expuesto. El discurso poético es otro: las palabras que componen el poema son sumamente cotidianas, de extracción popular, luciendo una sintaxis y una gramática deliberadamente deficientes.
El poema alude al asesinato de un hombre que es inmediatamente asociado con Juan. Los dos primeros versos se prestan a variadas interpretaciones, pero detengámonos por lo menos en dos. En primer lugar, el hecho de que haya muerto un hombre y que en el segundo verso ese hombre se identifique con Juan, nos hace pensar en el carácter simbólico del nombre en cuestión. Juan podrÃa representar a cualquier hombre, a todos los hombres, pero también especÃficamente a Juan Gelman, el poeta. A este juicio se suma el hecho de que el nombre Juan sea de extrema cotidianidad en el mundo hispanoamericano. Juan es también el apóstol bÃblico, asociación simbólica que abrirÃa nuevos niveles interpretativos.
La voz lÃrica parece ser de género femenino; podrÃa ser la de un familiar allegado, una hermana, biológica o de principios, tal vez una figura materna, una madre (a pesar de que en la última estrofa se refiera al hombre muerto como «hermanito»), acaso la Madre Patria, alguien no precisamente educado pero sà enormemente humanizado, omnipresente, alguien que de alguna forma ya vislumbraba el inevitable final. Incluso podrÃa estarnos hablando el propio Juan Gelman. Pero, en todo caso, nos inclinamos por una voz lÃrica femenina, de una gran bondad, ternura y fortaleza. Su tono, levemente irónico, duro, estoico, protector y materno, encierra una protesta ante la tragedia (ante la injusticia) del hombre asesinado. Es interesante observar el uso de diminutivos en el poema: hermanito, cucharita, agujerito, términos que introducen la ternura del parlante, la cercanÃa emotiva, el dolor ante el crimen presenciado. Nos sorprende la pasividad condenatoria de esta voz lÃrica, con la que nos alerta de lo estéril de toda explicación razonable o legal a este hecho de sangre, a esta violación de la santidad que debe portar la vida humana. Gelman no pudo haber escogido otra voz lÃrica más idónea que ésta para comunicar su mensaje de frustración e impotencia. La voz lÃrica racionaliza la muerte que parece transcurrir frente a sus ojos. No hay aspavientos ni grandes conmociones: se trata indudablemente de una muerte esperada. Que la voz lÃrica pareciera conocer de antemano sobre la inevitable muerte de Juan nos hace meditar sobre el espacio literario donde transcurre el poema, espacio literario y geográfico al parecer pletórico de este tipo de actos criminales. El asesinato no ha sido el resultado de un acto disperso de violencia, sino de un crimen polÃtico: los dos últimos versos nos empujan hacia esa interpretación. Releámoslos:
Vigilemos a ver dónde brotan sus manos
empujadas por su rabia inmortal.
En estos dos últimos versos sabemos más del hombre asesinado: la voz lÃrica sabe que sus manos, esto es, su vida, renacerá por alguna parte. Es una alusión simbólica a la inmortalidad de las ideas del asesinado, las que resurgirán cuando otros hombres sigan su ejemplo. La rabia inmortal pasa de Juan a la voz lÃrica, quien nos la inocula a todos nosotros.
El poema sólo se asoma a la realidad que le precede, pero no la aborda, no la transcribe, precisamente porque es innecesario hacerlo. Abordarla hubiese implicado disminuir la tensión del poema y su profundo impacto en el lector. Será ese lector el encargado de construir la realidad omitida a partir de escasos sÃmbolos verbales diseminados por el poema, pero sobre todo a partir de sus experiencias personales como lector ubicado en una época. He aquà la función del lector en la nueva poesÃa: la de construir el poema con una interpretación mucho más extensa y exacta, y siempre desde su condición de cómplice.
Es menester señalar que el poeta también echa manos a varios interlocutores imaginarios en su discurso. El primer verso de la primera estrofa parece tener una función de cintillo noticioso que anuncia, en tercera persona, un crimen. En los versos subsiguientes de la primera estrofa y en los de la segunda, la voz lÃrica dialoga con el hombre asesinado, lo interpela en segunda persona del singular, confirmando con ello su cercanÃa emocional o espiritual con el asesinado. En la tercera estrofa, el interlocutor a quien se dirige la voz lÃrica cambia súbitamente a la tercera persona del singular: la voz lÃrica parece hablar para sÃ, pero también para todos nosotros, los lectores. En la última estrofa, la voz lÃrica se dirige nuevamente al hombre asesinado (en segunda persona), pero los dos versos finales no están dirigidos a él sino a nosotros. Son esos dos versos capitales los que cierran el poema y los que nos producen —a nosotros, los lectores— una violenta sacudida.
Otra posible interpretación, no por subjetiva menos interesante, podrÃa ser desde la perspectiva de una premonición revelada o materializada en forma epistolar. El hecho de que haya muerto un hombre cuya sangre recogen «en cucharitas» y que a continuación aparezca, entre comas, la expresión «querido juan» sugiere la posibilidad de una carta. Sin embargo, nos inclinamos con mayor fervor hacia el punto de vista de la madre (patria, biológica o simbólica) dialogando con el cuerpo del hijo asesinado.
Por lo demás, añadiremos que el espacio literario donde se desarrolla el poema es absolutamente urbano, citadino, caracterÃstica común a la nueva poesÃa. Es menester que asà sea. J. G. Cobo Borda nos dice en el prólogo a su AntologÃa de la poesÃa hispanoamericana que uno de los rasgos distintivos que asoma en la nueva poesÃa es precisamente el contexto en que se desenvuelve el poema y que prevalece en la mayorÃa de los temas: se trata de una poesÃa medularmente urbana. Nos dice el crÃtico:
toda la poesÃa latinoamericana del perÃodo 1960-1980, en términos amplios, se puede referir a esa dispersión irradiante que es la ciudad. Espacio propicio tanto para el amor (…) como para la tortura; para el redescubrimiento de la naturaleza, en la artificiosidad de los parques o en la creciente ola verde ecológica, como para el análisis de la propia conciencia, en la soledad a la cual se halla enfrentada. (bastardillas nuestras) (46)
Es evidente que el asesinato al que el poema alude ha ocurrido en la ciudad, en ese espacio propicio tanto para el amor como para la tortura.
Tangos e intertextualidad
En Gotán, Gelman abraza la intertextualidad conjugando discursos y hasta distintos niveles expresivos dentro de un mismo discurso, en los que mezcla lo literario y lo ordinario, el cliché y la retórica del tango. En este libro, el autor se asiste del sentimentalismo del tango no tanto para escamotear su mensaje (aunque también se dedica a revelar y a esconder) sino precisamente para urdirlo, para construirlo a partir de un sistema de valores nacionalmente reconocido, aceptado y amado. El nombre del poemario está formado por las dos sÃlabas de la palabra tango al revés. Hugo Achugar nos dice en su ensayo «La poesÃa de Juan Gelman» que Gelman se asiste en su poesÃa de la ternura del tango para traspasar y asumir su realidad, ternura que el crÃtico califica de «sentimental y coqueta» (36). Esa ternura se convierte en recurso expresivo en la poesÃa de Gelman, dado que el tango es portador par excellence de toda una filosofÃa popular ante la existencia.
Detengámonos en el poema «Mi Buenos Aires querido», de Gotán, que muestra claramente la manipulación de esa ternura, asà como el doble sentido de muchas frases insertadas en el formato del tango. El poema está recorrido por una gran ironÃa y por una atmósfera polÃtico-subversiva dadas a través de la intertextualidad discursiva:
Sentado al borde de una silla desfondada,
mareado, enfermo, casi vivo,
escribo versos previamente llorados
por la ciudad donde nacÃ.
Atrápalos, atrápalos, también aquÃ
nacieron hijos dulces mÃos
que entre tanto castigo te endulzan bellamente.
Hay que aprender a resistir
Ni a irse ni a quedarse,
a resistir,
aunque es seguro
que habrá más penas y olvido. (bastardillas nuestras) (Gotán 23)
¿Un tango? Sin lugar a dudas que sÃ, pero también un poema de Gelman dentro de la osamenta de un tango. He ahà un excelente ejemplo de una técnica empleada en pura función del lenguaje y con resultados excelentes. Las implicaciones polÃtico-sociales de este poema son evidentes y no creemos necesario explicarlas en más detalles.
El tango, los héroes populares, el culto a la personalidad, son recursos formales y expresivos de los que Gelman se ha asistido con cierta regularidad en su poesÃa. Estos vienen –existen– en un particular sistema de signos que los latinoamericanos comparten y dominan con cierta complicidad no sólo lingüÃstica sino también histórica. Gelman utiliza, manipula esos recursos expresivos excepcionalmente, pues los sabe portadores de una enorme significación extra-lingüÃstica. El lector va a comprender el mensaje poético no porque éste venga en un español clarÃsimo, sino porque el verdadero mensaje viene en el idioma que esos recursos han legado a todo un grupo humano, o sea en forma de valores, los que mejor puede comprender una comunidad lingüÃstica y culturalmente uniforme.
Un tango de Carlos Gardel es capaz de transmitirle a un latinoamericano mucho más de lo que su lÃrica encierra: le transmite también una sabidurÃa, una experiencia (de amor, de desengaño, de malicia, de alegrÃas o de penas) común a toda una región lingüÃstica. Hasta el silencio tiene una significación (o varias) en el tango, hasta el suspiro o el súbito cese de un chasquido rÃtmico.
El gran acierto (el gran aporte) de Juan Gelman radica en que, partiendo de una estética de lo cotidiano, de lo intrascendente, de lo popular, de lo marginal si se quiere, atrapado todo dentro del concepto del tango, la eleva a la categorÃa de valor trascendente a través de la ironÃa y el humor, técnicas que lo salvan de caer en el cliché o en la repetición del discurso de partida. Gelman también añade una enorme dosis de sentimentalismo a sus poemas tangueros, sin lugar a dudas excesiva, salvándolos de lo cursi y de lo melodramático. Un poema tanguero de Gelman tiene la extraña habilidad de llevarnos de la mano, en el confortable y conocido formato del tango, por un mundo poético inédito en el que como lectores tenemos una función muy concreta: la de construir la realidad poética omitida deliberadamente por el poeta.
Con la aparición en 1982 de su segundo libro de poemas en el exilio, Citas y comentarios, Gelman deja sólidamente establecida la unión de lo literario con el tango popular, o sea la historia con lo sentimental. Si bien Gotán sirvió para desmitificar y proponer nuevas acepciones a los conceptos de poeta y de poesÃa, Citas y comentarios coloca a un mismo nivel la tradición cultural popular argentina (el tango) con la poesÃa de los mÃsticos españoles, recurso poético éste último del que se sirve para unirse con lo ausente. Sin embargo, a diferencia de los mÃsticos, Gelman no se ve como un elegido al que le es dado hacer contacto, sino como un hombre cualquiera que padece su momento histórico. Detengámonos en el poema «comentario XVIII (gardel y lepera)» para ilustrar lo que decimos:
sucede que/de dÃa/de noche/soy
el castigado por tu ausencia/vos linda como un sol/
y tenés piececitos como dulce esperanza
que andan por mi saliva como
tus ojos/ soñándome/olvidándome
sangrándome de adiós/… (Olivera-Williams 176)
En este poema, Gelman recrea la soledad del poeta exiliado con la soledad que experimenta un anónimo amante que ha perdido a su amada, pero siguiendo el modelo sentimental del tango. La praxis con la poesÃa de los mÃsticos españoles se ve todavÃa con más claridad en el poema «Cita I (santa teresa): «porque sin vos/¿qué soy sino desastres?/¿adónde voy a parar desviado de vos?/ misericordia mÃa/sol mÃo/sol que soleas en medio del amor» (Olivera-Williams 176). Como dijimos arriba, la unión con la poesÃa mÃstica española es un recurso poético.
Conclusiones
La poesÃa de Juan Gelman se aparta del modelo nerudiano en boga en Hispanoamérica a comienzos de la segunda mitad del siglo XX, creando con ello un nuevo tipo de poesÃa que revierte concepciones tan sagradas y hasta ahora inamovibles como la del poeta y su función, la de la poesÃa y su lenguaje. La función del lector y la intertextualidad discursiva abren nuevos espacios en los linderos expresivos de la poesÃa. Es en esa medida que la poesÃa de Juan Gelman ha sido sumamente innovadora y revolucionaria.
Obras consultadas
Achugar, Hugo. «La poesÃa de Juan Gelman o la ternura desatada». Como temblor del aire. Ed. Lilián Uribe. Montevideo: Vinten, 1995.
Boccanera, Jorge. Confiar en el misterio. Buenos Aires: Sudamericana, 1994.
Dalmaroni, Miguel. Juan Gelman. Buenos Aires: Almagesto, 1993.
Gatell, Angelina. Neruda. Madrid: EPESA, 1971.
Gelman, Juan. Gotán. Buenos Aires: Horizonte, 1963.
————. Cólera Buey. Buenos Aires: La Rosa Blindada, 1971.
————. Relaciones. Buenos Aires: La Rosa Blindada, 1973.
González Cruz, Luis F. Pablo Neruda, César Vallejo y Federico GarcÃa Lorca. Madrid: ANAYA, 1975.
Jiménez, José Olivio, Ed. AntologÃa de la poesÃa hispanoamericana contemporánea. Madrid: Alianza, 1981.
Neruda, Pablo. Veinte poemas de amor. Bogotá: Seix Barral-Planeta Colombiana, 1985.
Olivera-Williams, MarÃa Rosa. «Citas y comentarios de Juan Gelman». Como temblor del aire. Ed. Lilián Uribe. Como temblor del aire. Montevideo: Vinten, 1995.
RodrÃguez Monegal, Emir, ed. The Borzoi Anthology of Latin American Literature. New York: Knopf, Inc., 1977.
Sucre, Guillermo. La máscara, la transparencia. México: Fondo de Cultura, 1985.
Uribe, Lilián. «Juan Gelman: poesÃa sin interrupciones.» Como temblor del aire, Ed. Lilián Uribe. Montevideo: Vinten, 1995.
Yurkievich, Saúl. Fundadores de la nueva poesÃa latinoamericana. Barcelona: Barral, 1971.
————. «La violencia estremecedora de lo real». Como temblor del aire. Ed. Lilián Uribe. Montevideo: Vinten, 1995.
© Miguel Correa Mugica
Espéculo. Revista de estudios literarios. Universidad Complutense de Madrid
Miguel Correa Mujica, escritor cubano. Tiene 41 años y reside en Nueva York desde 1980. Profesor adjunto en la City University of New York, donde termina el doctorado en literatura española e hispanoamericana con una tesis sobre Reinaldo Arenas. Ha publicado la novela Al norte del infierno (1984) y se prepara a publicar la novela Fragmentos del discurso humano. Publica crÃtica literaria en diversas revistas hispanoamericanas.